Mi marido no se quita la ropa…….. nunca…… se la arranca como
si le quemara sobre la piel…… y literalmente la tira a un rincón de la
habitación, donde inerte carente del esqueleto que le prestaba consistencia, reposa……. jo! esta frase
me ha quedado redonda!.
Esta vieja costumbre,
no es tan inofensiva como a primera vista puede parecer.
Antes, vivíamos en una pequeña ciudad, en el último piso de
un edificio de ocho plantas en una calle con bastante circulación. Una noche de
verano, fiel a su costumbre, se estaba arrancando la ropa de “calle” para
ponerse algo cómodo; hacia una bola con
cada prenda, a medida que se las iba sacando y las encestaba en la cesta de la ropa sucia, como
si fueran pelotas. La cesta estaba en una de las esquinas de la habitación, la
más cercana a la ventana, para ayudar a que el olor a calcetín no nos invadiera.
El amor de mi vida suele tener buena puntería…. pero ya se sabe hasta los
mejores tiradores a veces fallan el blanco…….
Para bien o para mal fueron sus calzoncillos los que erraron el tiro y volaron
ventana abajo……. los ocho pisos…. cayendo en el techo de un coche que en aquel
momento pasaba.
Nunca sabré si los calzoncillos se acabaron cayendo en mitad
de la calle o acompañaron al coche hasta su destino. Si fue esto último, las víctimas de esa inesperada
sorpresa se pueden dar por afortunadas
que no fueran sus calcetines, aunque
seguro que hubiesen preferido su camisa, o los pantalones.
Estoy segura de que de cosas como esta nacen las leyendas
urbanas, porque si te encuentras con “eso” ¿a que lo debes achacar?…… no se qué
puedes imaginar que ha pasado……
PD: no ha sido el único “problema” que ha tenido por tirar
la ropa….