Es una noticia de hace algunos meses, además de ilustración perfecta de cómo degenera la crisis económica, y ver aquello de que la gente se las pesca todas. Parece que volveremos a los tiempos del Lazarillo de Tormes en cuestión de picaresca.
Un individuo (Según ha explicado la empleada, el individuo, de tez morena, pelo rizado y rasgos sudamericanos, ha entrado sólo en la sucursal, con gafas de sol, una mochila en la espalda y una pistola en la mano, aunque no ha podido precisar si se trataba de un arma real o simulada.) atraca la oficina de una entidad bancaria, un lunes por la mañana. Aprovecha un momento en el que no hay clientes, solo los empleados del banco; amenaza a la cajera, se lleva el botín; del que no transcendió el importe; y sale corriendo hacia el metro, donde sencillamente se pierde entre la multitud.
Está claro que necesitaba el dinero, no hizo daño a nadie, no atraco una ancianita desvalida por la calle, si no a una entidad, seguro que asegurada, valga la redundancia, dedicada al mismo negocio que él, vamos que todo queda entre colegas. Y como no deja de tratarse de un pobre currante, se va en metro.
La policía todavía lo busca. Solo falta saber si repartió el dinero entre familiares y/o amigos o lo necesitaba para pagar el plazo de la hipoteca.